El número de permisos para los vendedores ambulantes no ha cambiado desde 1981, año en que el príncipe Carlos se casó con la princesa Diana
Muchos neoyorquinos están lamentando el cierre de Cinnamon Snail, el puesto móvil de comida (food truck) más popular de la ciudad y actual ganador del premio Vendy, después de que se vio obligado a cerrar a principios de este mes
Cientos de fanáticos hicieron cola más de dos horas en temperaturas muy frías para tener la oportunidad de probar por última vez un habanero a la parrilla de albaricoque con tocino ahumado con coco y chile. Su amor y tristeza por los manjares del puesto móvil de comida, se hizo eco a través de las redes sociales.
Después de cinco años de haber crecido su negocio, que comenzó con una persona a una operación de 30 personas, Chef Adam Sobel cerró su negocio. El Sr. Sobel terminó su negocio, porque la municipalidad no le dio un permiso a este proveedor visionario de comidas, para operar su puesto móvil.
Cinnamon Snail no es el único. Miles de potenciales emprendedores de comidas, muchos de ellos inmigrantes en busca del sueño americano, han tenido sus ambiciones arruinadas por el límite obsoleto y arbitrario de la municipalidad en los permisos para venta de alimentos.
En 1981, las grandes corporaciones y los intereses inmobiliarios persuadieron a la municipalidad a limitar los permisos para ventas. Los grandes minoristas afirmaron que los vendedores venden a precios más bajos y les quitan sus clientes. De hecho, la competencia es el estilo americano. Además, muchas de esas mismas grandes empresas pueden volver a sus raíces del carrito de ventas, ¡algo que siempre se olvidan de mencionar!
Treinta y cuatro años más tarde, las ventas forman parte de la corriente principal. Los urbanistas han comenzado a reconocer que los vendedores ayudan a crear centros urbanos animados, y favorables para los peatones. Nueva York sigue viviendo en el pasado. Aunque la ciudad ha visto un renacimiento desde 1981 y la escena de las comidas es más creativa que nunca, el número de permisos para ventas no ha cambiado de los 3000 que la Municipalidad estableció en el mismo año que el príncipe Carlos se casó con la princesa Diana.
En lugar de ir al Departamento de Salud, los vendedores como el Sr. Sobel podrían recurrir al mercado negro, donde los permisos de dos años que concede la municipalidad cuestan $200 pero cuando cambian de manos y se venden hasta por $ 25.000. Las transacciones se realizan en garajes oscuros con sobres de dinero en efectivo. Para el Sr. Sobel, no vale la pena el riesgo. Sus planes son llevar su puesto móvil de comida a Nueva Jersey, donde las regulaciones son más favorables.
Muchos vendedores no tienen tanta suerte. Poco dispuestos a esperar 20 años más o menos por un permiso, y sin poder comprar uno en el mercado negro, se ven obligados a vender sus tacos o tamales sin un permiso. A menudo el resultado es la detención y el decomiso de su puesto móvil de comida. Si están aquí sin papeles, pueden ser deportados. Mientras tanto, la policía pierde tiempo y esfuerzo que podría usar para perseguir a los verdaderos criminales. Innumerables fanáticos de Cinnamon Snail podrían dar fe de que el sistema no está funcionando para los vendedores, sus clientes, o la economía de la ciudad.
Afortunadamente, la solución es simple. Los vendedores y sus aliados en toda la ciudad están pidiendo a la municipalidad derogar el límite de permisos de 1981. Tenemos la esperanza de que el Ayuntamiento se ocupará de este tema en los próximos meses, y que el alcalde Bill de Blasio lo apoyará. Esto permitirá a los vendedores salir de las sombras y formalizar sus negocios en la acera. Creará miles de empleos para la gente en el escalón más bajo de la escalera económica. Mejorará la reputación de nuestra ciudad como un centro de innovación de comidas.
Y hará que nuestras aceras, se conviertan nuevamente en las vías a la oportunidad.
Sean Basinski es el director del Proyecto de Vendedor Ambulante en el Centro de Justicia Urbana
Artículo editado por StreetNet